Toc toc… saludos…
Tal parece que el concepto de acomodar es muy amplio. De acuerdo a la Academia Real Española significa: Colocar algo de modo que se ajuste o adapte a otra cosa. Pero, “algo” y “cosa” puede ser infinito. Por ejemplo: Un bebé se acomoda al pecho de su madre, las olas del mar se adaptan a la playa; un escritor escoge las palabras para crear textos.
Es el caso de estas líneas que comienzan con la idea de “eso que yo sé”. Los dedos escogen las teclas adecuadas y en cada movimiento aparece de forma secuencial y cómo por arte de magia una sopa de letras. Se producen los párrafos y las primigenias ideas de mi mente van acomodándose en la pantalla generando interés (o desinterés) en el lector.
Es como un juego de rompecabezas. Cada pieza tiene su lugar exacto y la forma en que se arme depende del jugador. Se puede empezar con las piezas de la orilla, por las piezas de colores de las “cosas” que se ven a simple vista o tal vez “algo” que se va armando conforme se van acomodando las piezas en su lugar.
Así, el rompecabezas de la vida. Podemos comenzar preguntándonos: ¿Cómo voy a organizar mi día? Las tareas diarias: tiendo mi cama, me baño, desayuno y salgo a trabajar; voy a comer, regreso a casa, convivo con mi familia, un baño y a dormir. Aunque esto parece sencillo y un poco aburrido; no quiere decir que sea fácil. Tal vez no alcance a tender mi cama o bañarme; irme sin desayunar y en ocasiones no da tiempo para comer. Otras tantas veces solo llego a tirarme a la cama muerto de cansancio. En mejores días tendré tiempo para pasear o simplemente entrar en ese mundo imaginario que es la lectura.
Hay cosas que una vez acomodadas es muy difícil corregir; es decir, solo se tiene una oportunidad. ¡Vida solo hay una! Al menos aquí en este espacio y tiempo. Afortunadamente cuando escribimos, podemos borrar y volver a escribir mientras no demos por terminado ese “algo” llamado: texto, cuento, novela, obra de teatro, ensayo, crítica o simplemente nuestro diario. Y es precisamente en este punto donde me encuentro. Quiero acomodar palabras que inviten y provoquen, que disfrutes y repudies; pero de ningún modo que esa “cosa” te sea indiferente.
¿Y los sentimientos, el amor, el dolor, la vida, la muerte? ¿Cómo se acomodan las “cosas” o ese “algo” intangible? ¿Cómo acomodamos a Dios (si es que existe) en nuestras vidas? Bueno, ese es otro boleto y la historia de cada uno.
Sean felices. Es gratis.
Alejandro García Villarruel.