Toc toc… saludos…
Después de leer un libro el tiempo pasa; pero las huellas que deja son la corriente de un río que no cesa. La escritura viene de recuerdos de infancia: cuando jugaba con canicas y trompos; un tacón de zapato y un pedazo de madera convertido en “el bolillo”. Y mi disfraz del Llanero Solitario con antifaz, un par de pistolas de chinampinas y un caballo de palo combatiendo a los forajidos creados entre fantasía y realidad. Me llamo Alejandro y pertenezco a la generación Baby boomers, Soy fotógrafo. Vivo entre libros, imágenes; ideas y palabras arcaicas; charlas presenciales con amigos y hashtags en las redes sociales. Y hoy, quiero escribir.
Qué tal el género epistolar para contar a un amigo imaginario mis momentos vividos, leídos e inventados durante esta corta vida como escribidor. No, mejor voy a reinventar mi visión a través de un nuevo camino: un mundo de ficción lleno de personajes y horizontes diferentes; un árbol que platique y comparta conmigo su sombra; el susurro del viento y el mar con sus olas me aconsejen.
¿Una crónica? Párrafos al compás del golpeteo de las teclas, que plasmen recuerdos y anécdotas en el orden en que sucedieron; consciente que las imágenes visuales han dejado huella en mi cuerpo, alma y mente: desde mi niñez jugando con pelotas y al paso de las hojas y los años llegar a la “playa escondida”, en Baja California, México ¡mi favorita! Donde: las olas descifran la falacia de la unión entre el cielo y el mar que no cesa de acariciar las rocas a la orilla de la playa en una combinación de salvajes y dulces besos de dos amantes que se muerden, lamen y disfrutan su aliento; los mágicos amaneceres y atardeceres se dibujan con pintura al óleo; el cielo de las noches se corona por las fases de la luna y su bello paisaje lleno de estrellas; y, la Vía Láctea recordándome cuan pequeños somos los humanos.
¿Un ensayo? Como dos ejércitos en un juego de ajedrez, mis demonios internos están en una guerra sin cuartel. Cada uno tiene su estrategia y técnica para jugar y aunque a veces se puedan equivocar en una jugada; no importa, si al final uno de ellos logra la victoria. Los demonios blancos me dictan escribir realidades y los demonios negros con su habilidad de bloquear el mundo real, crean mundos de ficción. Locura al fin.
El tablero está en silencio y las piezas inmóviles. Recuerdo que existen aperturas y finales que fueron creados por renombrados maestros como: Capablanca, Alekhine, Spassky, Fischer, Karpov, Kasparov; entre otros; y en ocasiones se toman como base para una partida de ajedrez.
La verdadera batalla está en la mente de cada jugador. El juego, tiempo y oponente determinan la necesidad de coherencia interna y es ahí donde está el secreto para la victoria. La estrategia y técnica para jugar ajedrez; es muy similar al estilo y técnica narrativa que se requieren para darle forma y orden a las palabras para lograr una historia de ficción que se viva como una realidad soberana; independientemente del tema.
¡Benditos demonios! Cuando están pensando son narradores, tocan y mueven las piezas al escaque negro o blanco que quieren y así se expresan en el tablero. Hace algunos años leí una frase: “Entre más pierdo en el ajedrez; aprendo más”. Tal vez ̶ algún día ̶ al pasar el tiempo, llegue a escribir más mal y el oráculo lo encuentre en una playa, en un tablero, en la esquina de mi casa; o más cerca: en el siguiente libro que lea; o todavía más cerquita: a la vuelta de la página. Estoy consciente de que es un camino largo, muchas veces estrecho y siempre lleno de vicisitudes; y como dijo Flaubert: “la palabra justa llegará en el momento en que me toque mover la pluma para decidir el futuro de un escrito que aún no comienzo”.
Quiero ser mago o hechicero y con la escritura mover una a una las piezas del ajedrez. Crear narradores que se vayan turnando para contar la historia de la partida. El Yo como narrador: está dentro de la mente de uno de los jugadores e imagina que está pasando por la mente de su contrincante. El tú: el contrincante que está pensando el próximo movimiento, pero desde su punto de vista; y, en cada jugada se invierten los papeles hasta terminar la partida. El observador del juego y que esta fuera del tablero, funge como el narrador omnisciente que al estudiar la partida sabe lo que pasa y lo que se pensó en cada jugada. Cada uno tiene la libertad de pensar, hacer y elegir sus movimientos en el tablero. Toda partida tiene un tiempo real para jugarse; sin embargo, lo que pasa dentro de la mente de los contrincantes es totalmente diferente: es ahí donde se vive realmente la batalla llena de emociones y frustraciones que se plasman en cada jugada. Es ese tiempo novelesco que se puede alargar, demorar, inmovilizar o correr de manera vertiginosa; y que en la vida real puede ser: una hora, un minuto o menos tiempo de juego marcado por el tic tac de un reloj de ajedrez que avanza y se detiene al compás de las decisiones de los jugadores.
Tengo claro que debo aprender a separar al autor que nunca se ve (¡es el fantasma más importante!) del narrador como personaje inventado. Necesito dedicación, disciplina y pasión para marcar la diferencia entre una novela que guste o no; en términos ajedrecísticos puedo comparar estos ingredientes como la posición alejada y al parecer insignificante de un alfil que con estrategia, táctica y audacia puede atravesar diagonalmente todo el tablero y cambiar el destino de un ganador a un perdedor; o viceversa.
Al final del juego, la historia de la partida se convierte en una ficción llena de emoción, sufrimiento y/o frustración; alegría o tristeza al recordar los momentos clave que llevó a la victoria o la derrota al ejército blanco o negro. Los jugadores (narradores) retroceden el tiempo y recrean nuevamente el campo de batalla; acomodan las piezas y por arte de magia recuerdan las decisiones tomadas y los movimientos realizados. Se dan cuenta de sus errores y aciertos. El plano de ficción en que se sitúa cada jugador para narrar su partida y lo que transcurrió en el tablero determinan resultados distintos. Ese tiempo ya paso y al menos esa batalla ha terminado; pero durante el juego, todo lo que “vivieron” en sus mentes les ha permitido suplantar su propia vida.
A todo esto; ¿Qué voy a inventar hoy? Tal vez, un cuento con datos escondidos y acertijos. Quiero plasmar imágenes en la mente del lector para que elabore conjeturas y suposiciones; hacer brotar vivencias en este segmento de ficción hasta delinear su propia historia basado en sus experiencias de vida. Como los largos recorridos, muchas horas de espera y recursos invertidos para lograr capturar una imagen; confieso que solo es un pretexto. Son las vivencias que pasan hasta llegar al momento del “click” lo que verdaderamente disfruto.
Enciendo la computadora y trato de descifrar mundos creados con la pluma surrealista del escritor. Busco escenarios y sueños posibles creados con el sigiloso conjuro de la imaginación, la escritura y mucha corrección. Formar una colección de momentos irrepetibles que requieren de pasión (entre tantos ingredientes más) y que en muchos casos no se puede prever el final.
¡Ahí está otra vez! Ese “Cadáver exquisito” inventado por mis diferentes “Yo” y escrito en diferentes días. ¿Se puede aprender a ser otro cambiando de nombre, rostro o sexo? Miro a todas partes y las ideas no llegan. De nada me sirve un sombrero de mago lleno de teoría literaria si no logro que las palabras me obedezcan; necesito extraer un poco de magia. ¡Estoy desesperado! ¿Qué puede ser interesante escribir de la mano de un sesenton en un mundo superficial y efímero de este siglo XXI? Mi impulso de mover los dedos sobre las teclas está quieto; solo escucho susurros al oído de una aterradora verdad. Me llega la angustia, ¿por qué me empeño en escribir, si los ruidos de mentiras y verdades no tienen coherencia? El dichoso escrito envejece a mí lado, es una historia más; un cuento de nunca acabar, extraviado en el mapa del tiempo que estoy tratando de darle sentido.
¡Una epifanía! Mi amigo imaginario de las cartas ha sufrido la muerte de su esposa en un percance automovilístico; esta devastado y con dos pequeños hijos tendrá que seguir adelante.
¡Relájate!, ya tienes el conflicto; comienza a escribir transformando el verbo en acción. Deja que fluyan los multiversos creados con el poder subjetivo de las palabras. Entre tu libertad, soledad y silencio el tablero de ajedrez con sus piezas está listo para que comiences la partida y corra el tiempo de vida en el pasado, presente y futuro. Esta vez no tendrás que disfrazar el punto final; y por supuesto: el éxito será un accidente.
Alejandro García Villarruel.